SCREAMRIDE ¿por qué lo seguimos jugando?

/

¿Quién gritó primero en SCREAMRIDE y por qué seguimos jugando? SCREAMRIDE no es un simulador cualquiera es una bomba de adrenalina retro

SCREAMRIDE me atrapó como un grito en medio de la noche: inesperado, visceral y con esa pizca de locura que solo ciertos videojuegos futuristas consiguen provocar. 🎢 No es solo un simulador de montañas rusas, ni mucho menos una simple oda a la arquitectura de vértigo. Es una carta de amor retorcida y explosiva a la destrucción creativa, a ese impulso infantil —y profundamente humano— de ver cómo todo se va al carajo… pero con estilo.

Ahí estaba yo, hace tiempo, perdido en el bazar digital de Microsoft, cuando encontré ScreamRide como quien descubre un juguete olvidado en el fondo del baúl. «¿Un sandbox con física avanzada, estructuras que se colapsan como castillos de naipes y vagones que vuelan como mis expectativas en Año Nuevo?» me pregunté. Quédate, me dije. Porque esto no es RollerCoaster Tycoon con esteroides: es una especie de experimento secreto entre científicos locos de Frontier Developments y los chicos de Microsoft Studios, que decidieron mezclar dinamita con ingeniería civil.

Pero también es un recordatorio de lo que los videojuegos pueden ser cuando dejan de tomarse tan en serio.

maxresdefault 1 1

Un laboratorio futurista donde el caos es parte del plan

No se puede entender ScreamRide sin hablar de ScreamWorks, esa corporación ficticia que actúa como telón de fondo distópico y tecnocrático. Aquí, los “experimentos extremos” no son exageración narrativa: son el centro de la propuesta. La premisa es simple, pero no por ello menos retorcida: empujar al límite las capacidades humanas mediante sensaciones fuertes, velocidades imposibles y —sí— accidentes espectaculares. Hay algo deliciosamente irónico en ver cómo los testers sonríen mientras salen volando por los aires.

Como en una especie de parque temático para nihilistas, los tres modos de juego —ScreamRider, Demolition Expert y Engineer— nos convierten en pilotos suicidas, arquitectos del caos y lanzadores de cápsulas humanas. ¿Quién dijo que el progreso necesitaba ética?

“Nada grita futuro como una explosión bien calculada”.

El vértigo de ser conductor y víctima

Confieso que el primer modo, ScreamRider, me sedujo como lo haría un arcade de carreras de los noventa: rápido, difícil y estéticamente afilado. Aquí no se trata de construir, sino de dominar la velocidad, mantener el equilibrio y decidir cuándo es mejor descarrilar por espectáculo. Sí, aquí chocar también puntúa. Sentí más tensión manejando esos vagones que en cualquier circuito de Forza o pista de Mario Kart. Porque aquí no solo pierdes tiempo, pierdes la dignidad cuando tu vagoneta sale disparada y atraviesa un edificio de cristal.

Pero también te ríes. Porque hay algo hipnótico en ver cómo todo se desmorona a tu paso.

La demolición como arte mayor

Lo que realmente me convirtió en adicto fue el modo Demolition Expert. Si alguna vez te has sentido tentado a destruir una maqueta de arquitectura con una bola de demolición, este es tu momento. Aquí lanzas cápsulas contra estructuras que implosionan con una belleza casi coreografiada. Cada nivel es un puzle, pero también una orgía de destrucción que haría llorar de emoción a cualquier ingeniero estructural.

Las físicas no mienten: si algo cae, lo hace con peso, con sentido. Y, sobre todo, con un efecto dominó tan satisfactorio que me hacía gritar (literalmente) frente a la pantalla.

“Destruir nunca fue tan elegante, ni tan científico”.

Ingenieros con alma de niño salvaje

En el modo Engineer, uno vuelve al terreno de la lógica. Pero solo en apariencia. Porque aunque construyas tramos con precisión y cumplas requisitos, siempre hay un componente de locura latente. Aquí aprendí que construir una montaña rusa también es una declaración de intenciones: puedes hacerlo limpio y predecible… o convertirla en una trampa mortal que desafíe las leyes de la física y el buen gusto.

Y lo mejor: puedes compartir tus delirios con otros. Xbox Live permite esa comunión retro-futurista que te conecta con mentes igual de trastornadas. En ese ecosistema, cada nuevo nivel es una apuesta, un “a que no tienes huevos”, un manifiesto silencioso de creatividad sin correa.

¿Todavía se puede jugar a esto en 2025?

Sí, y con más facilidad de la que uno esperaría. ScreamRide sigue disponible para compra en la Xbox Store, compatible con Xbox One y las nuevas Series X|S gracias a la retrocompatibilidad. Su precio oficial roza los 40 euros, pero si uno bucea bien en tiendas digitales o físicas, lo puede cazar entre los 3 y los 12 euros. Game.es, por ejemplo, lo ofrece por menos de lo que cuesta una cerveza artesanal en una terraza de moda. ¿Justicia divina? Tal vez.

Eso sí, ya no hay versión funcional para Xbox 360. El tiempo avanza, como lo hacen los rieles de una montaña rusa sin freno.

Más allá de la adrenalina: legado y comparaciones

ScreamRide no fue un éxito de masas. No tiene mods infinitos como Minecraft, ni la fama de su primo lejano, Planet Coaster. Pero dejó huella. Su forma de manejar la física avanzada influyó en títulos como Teardown, que elevó la destrucción a un nivel casi filosófico. Incluso Universe Sandbox, con su enfoque cósmico, bebe de la idea de que destruir puede ser tan satisfactorio como crear.

Lo mismo ocurre con Burnout, Angry Birds o incluso Kerbal Space Program: todos comparten esa esencia de “¿y si empujamos este botón solo para ver qué pasa?”. En ese sentido, ScreamRide fue pionero. Un profeta ignorado. Un loco brillante que nadie quiso escuchar… hasta que todo empezó a caerse a pedazos con estilo.

Un clásico retrofuturista que aún respira

Lo fascinante de ScreamRide no es solo su propuesta, sino lo adelantado que estuvo a su tiempo. Un juego lanzado en 2015 que hoy, una década después, sigue ofreciendo experiencias que no se han replicado del todo. No tiene DLCs, ni micropagos, ni skins de pago. Solo diversión pura y dura, disfrazada de ciencia aplicada con mucha mala leche.

Podría decir que es uno de esos juegos retro que merecen ser redescubiertos, como quien vuelve a leer una novela olvidada y descubre que estaba hablando del presente. Porque, en el fondo, ScreamRide nos habla del deseo humano de controlar lo incontrolable… y también de lo divertido que es dejarlo todo arder.


“Quien bien construye, bien derrumba” (Dicho popular entre arquitectos borrachos)


ScreamRide es una carta de amor al caos con alma de simulador

El videojuego futurista que predijo nuestra obsesión con romper las reglas

Los simuladores de montañas rusas nunca volverán a ser lo mismo después de esto


¿Y tú? ¿Te atreves a subirte a este artefacto con alma de circo y cuerpo de Frankenstein digital? ¿O prefieres seguir construyendo castillos de arena que nadie se atreverá a derribar?

Porque si algo enseña ScreamRide, es que el futuro no se construye con normas… se lanza contra un muro a toda velocidad. ¿Listo para apretar el turbo?

Originally posted 2018-12-17 15:12:23.

Previous Story

El cielo de los animales es más real que el de los hombres

Next Story

El despertar de Roz en la nostalgia mecánica de ROBOT SALVAJE 2

Latest from PA NO MOVERSE DEL SOFA: JUEGOS

CARRERAS DE COCHES TUNING

¿Carreras de coches tuning? Qué son las carreras tuning? ¿Red tuning? ¿Cyberpunk 2077 tunear coches? Asturias