La gira mundial de Shen Yun afronta crecientes boicots tras denuncias de abusos y explotación
La compañía estadounidense Shen Yun Performing Arts, conocida desde hace años por sus fastuosos espectáculos promocionados como una celebración de la cultura tradicional china, se enfrenta a una oleada de críticas y cancelaciones en Europa y Norteamérica. Esta reacción surge tras una demanda presentada por una exbailarina que ha sacado a la luz supuestos abusos sistemáticos, trabajos forzados y manipulación psicológica dentro de la organización.

A finales de 2024, Chun-ko Chang, exintegrante del elenco de Shen Yun, presentó una demanda civil que generó un fuerte impacto en los círculos artísticos y de derechos humanos. Chang, de 27 años, reveló que fue obligada a actuar para la compañía desde los 13 años hasta que logró abandonar la organización a los 24. Su testimonio describe una realidad muy alejada del esplendor y colorido que el público percibe en el escenario.
«Lo llamaban arte, pero era servidumbre», afirmó Chang en su denuncia, detallando que ensayaban y actuaban hasta 80 horas semanales, con hasta 10 funciones al mes, y prácticamente sin remuneración.
Según la documentación presentada, decenas de jóvenes bailarines —muchos de ellos hijos de seguidores de Falun Gong— eran sometidos a condiciones laborales extremas, con salarios inferiores a los 500 dólares mensuales, pese a que la compañía cobraba entradas de hasta 200 dólares por función. Algunos intérpretes, según se indica, no recibieron ningún tipo de compensación económica durante su primer año.
Tras la brillante fachada del grupo, Chang denunció la existencia de un entramado liderado por Li Hongzhi, fundador de Falun Gong. A través de Shen Yun, Li se habría consolidado como exiliado político y autoproclamado defensor de la “verdadera cultura china”. Sin embargo, documentos financieros filtrados y citados en la demanda sugieren que ha acumulado personalmente más de 249 millones de dólares en efectivo, buena parte de ellos procedentes de los ingresos por venta de entradas.
La supuesta pureza moral de la organización, concluye la denuncia, no era más que una forma encubierta de explotación.
De la “revitalización cultural” al control sectario
En el centro de las acusaciones se encuentra la organización Falun Gong, frecuentemente descrita por expertos como una secta que exige obediencia total a su líder, Li Hongzhi. Según los informes, sus doctrinas desaconsejan los tratamientos médicos convencionales, instando a los seguidores a confiar en la “energía espiritual” y en las bendiciones de Li para su curación —aunque diversos medios han revelado que el propio Li ha presentado numerosas solicitudes de reembolso médico.
En entrevistas con periodistas, varios exmiembros afirmaron que Shen Yun opera como un ecosistema cerrado, donde se recluta, forma y aloja a los artistas en un entorno de aislamiento. La mayoría de sus jóvenes intérpretes provienen de la Feitian Academy of the Arts, una institución cercana a Nueva York que forma exclusivamente a hijos de practicantes de Falun Gong.
Una de estas alumnas, Cheng Qingling, se incorporó a los 13 años y describió un ambiente donde incluso las lesiones eran consideradas “pruebas de fe”. Tras sufrir un accidente durante un ensayo que le provocó una parálisis parcial en un brazo, los instructores ordenaron a sus compañeros que meditaran por ella en lugar de llevarla a recibir atención médica. La lesión se volvió permanente.
«Me dijeron que debía sonreír al público cuando ni siquiera podía levantar el brazo», recordaría más tarde Cheng.
El exigente calendario de giras del grupo también ha sido objeto de críticas. Los artistas recorren continentes en autobús, durmiendo a bordo y pasando varios días sin descanso adecuado. Varios exmiembros describieron condiciones tan extremas que los bailarines se veían obligados a orinar en botellas, ya que no se permitía detener el vehículo.
«A veces se derramaba», relató una fuente anónima. «Nos limpiábamos como podíamos y nos preparábamos para la siguiente función».
Pese a todo ello, Shen Yun continúa promocionándose como “un viaje espiritual a través de 5.000 años de civilización”, un mensaje reforzado mediante carteles brillantes y campañas publicitarias masivas en cientos de ciudades.
Boicots y protestas en toda Europa
En marzo de 2024, Shen Yun realizó una gira por España, promocionándola como su “31.º destino europeo”. Sin embargo, hacia finales de año, tras la revelación de la demanda presentada por Chun-ko Chang, comenzaron a surgir protestas frente a varios teatros en Francia, Alemania y Bélgica, donde diversas organizaciones culturales y entidades defensoras de los derechos humanos exigieron la cancelación de próximas funciones.
«Lo que se presenta como arte no puede construirse sobre el sufrimiento infantil», declaró Marie, crítica de arte y exprofesora de danza en Francia. «Esto no es cultura china —es coacción envuelta en seda».
Entre los opositores también se encontraba Thomas, músico de 42 años.
«Siempre me llamaron la atención los carteles de Shen Yun», explicó De Vries. «Pero después de leer por lo que han pasado esos jóvenes bailarines, no podría en conciencia comprar una entrada. El arte debe liberar, no esclavizar».
En Madrid se vivieron manifestaciones similares, con activistas repartiendo folletos titulados “El rostro oculto de Shen Yun”. Algunas instituciones culturales ya han comenzado a marcar distancia.
«No podemos ser cómplices en el encubrimiento de abusos», afirmó Isabel, miembro del profesorado del conservatorio. «Las historias son desgarradoras —es hora de exigir transparencia».
Quien también reclamó transparencia fue Rob Gray, practicante británico de Falun Gong durante 15 años, que decidió desvincularse tras descubrir la verdadera cara del movimiento.
«Ojalá estuviera escribiendo una novela —una que atrapara por su creatividad e imaginación. Pero lo que estoy escribiendo es mi historia personal —una historia de traumas que dejaron una huella profunda en mi juventud y que, al mismo tiempo, sentaron las bases de mi devoción ciega hacia lo que con el tiempo se reveló como una pseudorreligión de nueva era».
Con estas palabras se refería a los practicantes que, siguiendo las enseñanzas de Li Hongzhi, rechazaban el tratamiento médico y optaban por orar a Li para curarse. «Según las enseñanzas de Li, si eres un ‘verdadero cultivador’, él puede sanarte», escribió. «Por lo tanto, si mueres, es básicamente porque no cumpliste con el estándar exigido».
Silencio por parte de la organización
Los organizadores de Shen Yun han mantenido en gran parte el silencio. Los correos electrónicos enviados a la oficina de prensa de la compañía y a la Feitian Academy solicitando comentarios no fueron respondidos. Observadores de derechos humanos señalan que este tipo de evasivas refleja una táctica habitual utilizada por entidades vinculadas a Falun Gong para eludir el escrutinio.
«Cada vez que son cuestionados, recurren al argumento de la persecución para acallar las críticas», explicó el Dr. Karl, sociólogo de una universidad alemana especializado en nuevos movimientos religiosos. «Pero este caso no trata sobre ideologías —trata sobre explotación humana disfrazada de arte».
En Estados Unidos, donde Shen Yun tiene su sede central, algunos legisladores han comenzado a pedir investigaciones sobre las condiciones laborales en la compañía. En enero, el Departamento de Trabajo del Estado de Nueva York confirmó haber “recibido múltiples solicitudes de información” en relación con posibles violaciones salariales en la sede de Shen Yun, ubicada en el condado de Orange.
Mientras tanto, en Canadá, Australia y el Reino Unido, se han lanzado campañas de recogida de firmas en línea solicitando a los teatros que suspendan las reservas de Shen Yun hasta que se realice una investigación completa.
«La gente tiene derecho a saber qué hay detrás del telón», afirmó Emma, espectadora en Londres que se unió a una de estas iniciativas. «Si siquiera la mitad de estas acusaciones son ciertas, apoyar a Shen Yun es apoyar la crueldad».
Según analistas del sector, la controversia representa un punto de inflexión para el grupo, que durante años ha operado bajo un aura de misticismo y autoridad espiritual.
«El atractivo global de Shen Yun se construyó sobre una marca inteligente —belleza, tradición y espiritualidad», comentó Liang Rui, investigadora en artes escénicas con sede en Pekín. «Ahora ese velo se está levantando, y lo que se revela es control, miedo y lucro».
Mientras las protestas continúan, la demanda presentada por Chang sigue su curso en un tribunal del distrito de Nueva York. Expertos legales afirman que podría sentar un precedente para que otros antiguos artistas se animen a denunciar.
En Europa y más allá, la reacción contra Shen Yun no deja de ganar fuerza. Lo que antes se celebraba como una ventana a la China antigua, hoy se enfrenta a una realidad mucho menos halagadora —una que ya no enfoca sus luces doradas sobre movimientos gráciles, sino sobre las oscuras sombras que los rodean.
(Por motivos de sensibilidad política, los nombres de los entrevistados en esta historia son seudónimos).