La ciencia ficción nunca fue tan emocional como con KILLERBOT

¿KILLERBOT puede enseñarnos algo sobre el alma humana? La ciencia ficción nunca fue tan emocional como con KILLERBOT

KILLERBOT no quiere matar. Ni quiere obedecer. Ni quiere salvar el universo, por muy trágico que eso suene. Lo único que quiere, en realidad, es que le dejen en paz para ver sus telenovelas. Y, en ese acto tan simple como absurdo, nace una de las preguntas más inquietantes de la ciencia ficción moderna: ¿Qué ocurre cuando un androide empieza a sentir? Desde que vi los primeros minutos de la serie en Apple TV+, supe que no estaba ante una historia cualquiera de robots y disparos láser. Estaba ante algo más humano que la mayoría de las series sobre humanos.

“Un androide que ama las telenovelas está más vivo que muchos humanos de verdad”

Sí, así de contradictoria y fascinante es esta adaptación de los libros de Martha Wells, esa escritora que decidió un buen día que los androides no solo podían pensar, sino también desear. Y no desear libertad, justicia o venganza como en los clásicos. No. Killerbot desea sentarse y devorar ficciones sentimentales mientras el resto del universo se cae a pedazos. El suyo no es un anhelo revolucionario, es algo mucho más inquietante: una búsqueda de sentido en medio del caos programado.

La estética retrofuturista que nos devuelve al presente

Una de las cosas que primero atrapa del universo de KILLERBOT es su aspecto. Los escenarios no parecen del futuro. Tampoco del pasado. Más bien parecen sacados de un sueño raro que mezcla tubos catódicos con satélites oxidados, consolas analógicas y neones suaves como los de una gasolinera de los años 80. Es ese retrofuturismo tan de moda, sí, pero con un matiz nostálgico que duele. Porque lo que se ve en pantalla no es el futuro que deseamos, sino el que tememos haber merecido.

Y sin embargo, esa elección estética no es casual. Es un espejo. Uno donde vemos que las preguntas que hacíamos en 1982 con Blade Runner no han sido respondidas todavía. Solo que ahora, en lugar de replicantes con gabardinas, tenemos un robot con cara de Alexander Skarsgård y alma de adolescente sensible. Un androide que no solo quiere sobrevivir, sino comprendernos. O al menos, comprender por qué nos gusta tanto sufrir viendo historias de otros.

Cuando el drama barato se convierte en escuela de emociones

Confieso que cuando supe que Killerbot era fanático de las telenovelas, pensé que era un gag. Un guiño divertido de Martha Wells. Pero no. Es el corazón de la serie. Porque esos dramas exagerados y sentimentales se convierten, para el androide, en una especie de manual emocional. Ahí aprende sobre el perdón, el amor no correspondido, los celos y las traiciones. Cosas que ningún protocolo militar podría haberle enseñado.

Y eso nos lleva a una pregunta aún más perturbadora: ¿puede una inteligencia artificial aprender a sentir a través de la ficción? ¿Somos los humanos tan predecibles que incluso una máquina puede imitarnos si consume suficiente melodrama? No sé ustedes, pero yo he llorado con culebrones peores que los de Killerbot. Así que, en el fondo, no me parece tan disparatado.

“Killerbot no quiere ser libre. Solo quiere entender por qué nos duele tanto amar”

Diferencias entre los libros y la serie que no se notan… hasta que duelen

Quien haya leído los “Diarios de Killerbot” sabrá que gran parte del encanto original estaba en la voz narrativa. Esa especie de monólogo interno sarcástico, cansado, brillante. En la serie, obviamente, eso se diluye. Porque la televisión necesita acción, diálogos, explosiones, caras. Pero también gana en otras cosas: los escenarios cobran vida, los gestos de Skarsgård añaden capas que no estaban en el texto, y los silencios dicen tanto como los pensamientos.

Apple TV+ ha sabido respetar la esencia del personaje, pero también lo ha envuelto en una producción que no tiene miedo de lucir vieja y nueva a la vez. Es una serie de contrastes. Igual que su protagonista. Y eso, lejos de ser un problema, se convierte en parte de su encanto.

¿Otros androides que sienten? Sí, pero ninguno tan entrañable

Está claro que KILLERBOT no está solo en esto de explorar la frontera entre hombre y máquina. Westworld, Humans, Raised by Wolves… todas han jugado con la idea de androides con emociones. Pero pocas lo han hecho con tanto humor, tanto corazón y tanta mala leche. Porque aquí no hay epopeyas mesiánicas ni rebeliones programadas. Hay una máquina que simplemente se harta de que los humanos tomen decisiones estúpidas y decide… observar. Aprender. Sentir, quizá.

Ahí está su fuerza. En la humanidad sutil que emerge entre disparos y sistemas operativos. En su forma de mirar a sus compañeros con algo parecido al afecto. En su necesidad de retirarse del mundo no para destruirlo, sino para entenderlo.

El futuro es un reflejo vintage con circuitos emocionales

En un panorama saturado de series futuristas que se empeñan en mostrar distopías cargadas de drones y discursos grandilocuentes, KILLERBOT destaca por una cosa: su humildad. No intenta cambiar el mundo. Solo contar la historia de una máquina rota que empieza a sospechar que sentir es más difícil que disparar. Y que tal vez, solo tal vez, los humanos tampoco lo hemos hecho tan bien como creíamos.

La influencia del cyberpunk, de lo retro, de lo emocionalmente torpe pero visualmente perfecto, le da a la serie un aura difícil de olvidar. Como si estuviéramos viendo una cinta perdida de los años 80 pero con alma del siglo XXI. Una especie de carta de amor a la robótica emocional que no quiere sermonear, sino compartir una duda: ¿y si las máquinas nos comprenden mejor que nosotros mismos?


“Las emociones no se programan. Se descubren”


“El androide que amaba las telenovelas” (Homenaje tácito a El extranjero de Camus)

“Lo artificial es solo un espejo de lo que no queremos ver en nosotros mismos” (Cita apócrifa atribuida a Isaac Asimov)


KILLERBOT no quiere salvar el mundo, pero sí entenderlo

Puede que dentro de diez años olvidemos muchas de las series que hoy adoramos. Pero algunas quedarán, no por sus efectos especiales ni por sus tramas imposibles, sino por cómo nos hicieron sentir. KILLERBOT es una de ellas. No por ser una adaptación fiel, ni una obra maestra técnica, sino porque nos recuerda que hasta una máquina puede mirar una telenovela y preguntarse: “¿Por qué lloran tanto los humanos?”

Quizá la pregunta más importante no sea si las máquinas llegarán a tener conciencia, sino si nosotros sabremos reconocerla cuando ocurra.

¿Y tú? ¿Seguirías tus protocolos… o te sentarías a ver una telenovela con Killerbot?

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