¿Por qué «OVNI 78» es la novela más alucinante del año? El thriller político que convirtió la ufología en literatura de culto
«OVNI 78» me explotó en la cara como una bengala en plena noche cerrada. Una bengala con forma de platillo volante, claro. No estaba preparado para el viaje que propone esta novela psicodélica del colectivo Wu Ming, una obra que no solo escarba en la Italia de los años de plomo, sino que excava, como con una sonda extraterrestre, en las capas más profundas de nuestra manera de mirar al cielo… y a nosotros mismos.
OVNI 78, repito, con esa contundencia de título en código, no es un simple thriller, ni una curiosidad vintage sobre luces en el firmamento. Es un tratado emocional disfrazado de novela coral, una indagación en la ufología italiana como fenómeno cultural, y una incursión atrevida en las comunas alternativas, la arqueoastronomía y las desapariciones misteriosas que todavía nos hacen mirar de reojo al monte Quarzerone.
Una novela como antena parabólica
Todo empieza con un anzuelo: la «Gran Oleada» de avistamientos que sacudió Italia en 1978. Platillos, esferas, seres luminosos, radares que parpadean en el corazón de la noche. Y lo más curioso: no fue una histeria colectiva, fue casi una celebración. Las gentes esperaban a los extraterrestres con más fe que al cartero. Algunos incluso llevaban flores.
Y Wu Ming, fiel a su estilo inclasificable, convierte ese fenómeno en un eje narrativo por el que transitan personajes de carne y hueso con pasados pesados como plomo: Milena Cravero, una joven antropóloga que se mete hasta el cuello entre ufófilos y contactistas; Martin Zanka, un viejo periodista de izquierdas que abandonó la ortodoxia marxista por los secretos del cielo; Vincenzo, un hijo perdido en la heroína que intenta reconstruirse en una comuna al pie de la montaña más magnética de Italia.
«Nadie huye del sistema, todos orbitamos como satélites averiados.»
Lo que me atrapó de inmediato no fue la anécdota, ni siquiera la nostalgia por una época en la que los discos eran de vinilo y las creencias, de piedra. Fue el modo en que la novela se disfraza de thriller político, se arropa con referencias a la cultura pop setentera y luego se suelta el pelo con escenas alucinadas dignas de un guion de Fellini con guionista de ciencia ficción.
Quarzerone no es solo una montaña, es un portal
Tres picos, múltiples leyendas, una energía telúrica que asusta. El monte Quarzerone existe y no hace falta haber leído a Castaneda para sentir su vibración. Wu Ming lo convierte en escenario simbólico: allí ocurren cosas. O más bien, dejan de ocurrir. Dos adolescentes desaparecen. Nadie los encuentra. Solo quedan rumores. Luces raras. Ecos.
Como explican en esta reseña de Strisciarossa, ese episodio es uno de los muchos que traza la novela entre la crónica periodística y el delirio alucinado. Y es ahí donde empieza el verdadero viaje, no en las naves, sino en la memoria cultural de una Italia partida, donde la ideología se mezcla con la superstición, y la ciencia con el mito.
No me extrañaría que los de Wu Ming, tan dados al arte del camuflaje literario, se hubieran metido en comunas, en archivos olvidados, en rituales al pie del monte. El resultado es tan preciso en sus datos como exuberante en su imaginación. Aquí, el dato y el delirio son hermanos de sangre.
«Todo gran misterio empieza con un archivo mal cerrado.»
Cuando la arqueoastronomía se convirtió en bestseller
Hay algo fascinante en que uno de los personajes sea un autor de arqueoastronomía superventas. Como si hablar de dólmenes y constelaciones se hubiera convertido en la nueva forma de resistir. Y en cierto modo, lo fue.
Italia, con su tradición racionalista, creó una versión muy propia de la ufología, como documenta Diversidad Religiosa: nada de conspiraciones locas, sino análisis técnicos, meticulosos, casi detectivescos. De ahí que el padre de Vincenzo no busque tanto el contacto como la explicación: ¿por qué nos fascinan tanto estas luces? ¿Qué estamos proyectando ahí arriba?
La arqueoastronomía, en este contexto, no es una simple ciencia marginal. Es un espejo: ver en los astros lo que no queremos ver en casa. Como una forma elegante de decir: “el caos no es solo social, también es cósmico”.
Comunas, discos prohibidos y viejas brujas
Las escenas en la comuna de Tanur parecen salidas de un diario íntimo que alguien olvidó en una furgoneta Volkswagen. Hay amor, hay escapes, hay secretos. Pero también un flujo subterráneo de dolor que recorre todos los capítulos.
Uno de los personajes más deliciosos es una vieja bruja, mezcla de chamana rural y madre adoptiva de causas perdidas. Otro es un traficante de discos que lleva música prohibida como quien reparte panfletos clandestinos. Porque la música también importa. Porque esa década hablaba con sintetizadores y guitarras psicodélicas.
La cultura pop setentera que Wu Ming evoca no es decorativa. Es esencial. Es la banda sonora del trauma. Y también del deseo.
¿Una metáfora política disfrazada de platillo volante?
«OVNI 78» no puede leerse sin entender su trasfondo: Aldo Moro secuestrado, el Partido Comunista dividido, las Brigadas Rojas haciendo temblar al país. En ese caos, mirar al cielo fue casi una necesidad existencial. Como explica este artículo de El País, incluso el Ministerio de Defensa se puso serio con el asunto. Cuestionarios, informes, censura suave. Y mucha, mucha televisión.
Este fenómeno se volvió tan omnipresente que inspiró películas, portadas de discos, tebeos. Como dicen en Il Tascabile, los OVNIs se convirtieron en parte del mobiliario mental de la Italia profunda. Pero también, y aquí está el giro irónico, en una forma de protesta silenciosa. No se trataba solo de creer en alienígenas, sino de descreer de los gobiernos.
«La fe en los extraterrestres era lo más terrenal que teníamos.»
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“OVNI 78” no se lee, se atraviesa
No estoy exagerando si digo que “OVNI 78” ha sido una de las experiencias narrativas más potentes de los últimos años. Porque habla del pasado con el lenguaje del presente. Porque desentierra miedos antiguos con la precisión de un láser. Porque convierte a los platillos voladores en algo más profundo que un misterio: en una pregunta sin respuesta que llevamos tatuada en la piel.
Quizás todo esto fue un delirio colectivo. O quizás no. Tal vez la montaña Quarzerone sigue emitiendo su llamada silenciosa y alguien, en alguna comuna perdida entre los Apeninos, todavía espera el aterrizaje. ¿Y si los extraterrestres éramos nosotros?
«Hay libros que te llevan a otros planetas. Este te devuelve a la Tierra con los ojos abiertos.»
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
“Nada es más creíble que un buen delirio compartido.” (Letras de un vinilo olvidado en Tanur)
¿Y tú? Aún miras al cielo como lo hacían en 1978?