¿Qué tiene el OPEN AIR de ANTÍDOTO que nadie quiere perderse? ANTIDOTO CLUB rompe las reglas de la noche con su ritual diurno
Antídoto Club dejó de ser un secreto a voces para convertirse en un susurro al oído de más de 3500 almas entregadas. Y esta vez no fue entre neones y oscuridad, sino bajo el sol rabioso y la brisa tibia de un cielo abierto que parecía bendecir el ritmo. Sí, Antídoto hizo su primer evento Open Air… y lo hizo a lo grande, a lo sudado, a lo libre.
Hay días que no se cuentan, se bailan.
Y eso fue exactamente lo que pasó en ese rincón convertido en paraíso electrónico donde las duchas al aire libre eran templos, los abanicos armas y la ropa veraniega, una declaración de principios. A partir de las cinco de la tarde, la música comenzó a invadir cada rincón como un perfume lento pero imparable. Entrabas por la puerta y sabías que ya no ibas a salir igual. Te transformabas. Te fundías. Te rendías.
«Esto no es una fiesta, es un exorcismo en chanclas«, me dijo una chica con purpurina hasta en las cejas, mientras sonaba el primer bombo. Y tenía razón.
Una liturgia diurna con sudor y techno
MAXVLL abrió el escenario principal como quien abre un portal. Su sonido tenía ese pulso exacto que no exige, pero te obliga. En paralelo, ANDREALES envolvía el segundo stage con una energía más íntima, como si acariciara la piel de los primeros cuerpos entregados al calor y al beat. Era el arranque de una jornada que no iba a tener tregua.
Los nombres se sucedieron como una especie de cadena de ADN electrónica: VIRTUAL FLAVOR, KEIRANAI, HAIVAI B… cada uno sumando una capa más de intensidad, hasta que LABLACKIE irrumpió como una tormenta generacional. Su disco La Favorita, acompañado por la voz de Selly, desató una especie de catarsis sentimental y callejera, una mezcla entre vulnerabilidad cruda y poder imbatible.
Mientras tanto, en el otro extremo del recinto, João Lágrima de Ouro hacía magia con su combinación explosiva de tribal house y guaracha. Aquello no era solo un DJ set, era un exorcismo tropical con base rítmica. El suelo temblaba. Las caderas pedían tregua, pero nadie les hacía caso.
Las duchas al aire libre —sí, duchas— eran una de esas ocurrencias que parecen chiste en el papel, pero en directo son un acto de salvación. Imagínate: piel mojada, beats cayendo del cielo, gafas de sol empañadas de emoción, y la estética Antídoto reinando como una religión espontánea. «Todo el mundo estaba guapo y sudado, como si la belleza dependiera del ritmo cardíaco».
Atardecer naranja y el clímax de los cuerpos
Cuando FS GREEN apareció con su mezcla de dancehall, house y afrobeats, el cielo empezaba a teñirse de naranja como si supiera que debía acompañar el momento. El timing era perfecto. A esa hora el mundo parecía decir: “sí, esto está pasando”.
Y mientras tanto, en el Second Stage, AFEM SYKO exploraba un techno emocional que no se puede explicar, solo se puede sentir. Era como escuchar un diario íntimo escrito en beats.
Luego vinieron los que rompieron todo. JARREU VANDAL trajo una mezcla soul-afro-electrónica que parecía venir de otro planeta. Y ALT8… bueno, lo de ALT8 fue como una patada emocional en el pecho: trance, hard techno, y esa sensación de estar despegando sin necesidad de alas.
Ya caía la noche y uno pensaba que el cuerpo no podía más. Pero claro, no contábamos con MS NINA. Ella, junto a Albert Alcalà La Sata y Loy MisShawty, encendieron el lugar con una actuación que fue más que música: fue teatro, fue fuego, fue un grito de vida.
Luego vino La Zowi, la matriarca del urbano español, como muchos la llaman, y Mark Luva para rematar el clímax con un set lleno de actitud, perreo y esa mezcla explosiva entre elegancia sucia y fuerza irreverente. El suelo ya no era suelo: era una pista de combate entre la rutina y la libertad. Y ganó la libertad.
“El calor no quema cuando lo bailas”
«Esto fue un festival, pero también fue una declaración de amor al sudor y al techno», pensé mientras salía del recinto con los oídos zumbando y la piel aún vibrando. Lo de Antídoto Open Air no fue simplemente un cambio de formato. Fue una metamorfosis: la criatura nocturna aprendió a bailar al sol sin perder ni una gota de misterio.
Como escribió Rilke, “La verdadera patria del hombre es la infancia”. Pero para muchos, esa tarde, la patria fue Antídoto, con su mezcla de nostalgia, futuro y sonido impecable.
“Donde hay música no puede haber cosas malas” (Miguel de Cervantes)
La palabra clave fue siempre la misma
Libertad. En todas sus formas. En todas sus pieles. En cada beat.
¿Y ahora qué?
Porque si esto fue solo el primer Open Air… ¿qué vendrá después? ¿Una playa secreta? ¿Un club bajo el agua? ¿Una montaña con vinilos incrustados? Con Antídoto, todo es posible. Solo sabemos una cosa: lo siguiente no será normal. Será mejor.
¿Te lo vas a perder?