The Electric State, la distopía de 320 millones que falla estrepitosamente

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The Electric State un viaje retro-futurista que no encuentra su destino ¿Cómo una distopía de 320 millones de dólares puede fallar?

The Electric State tenía todos los ingredientes para convertirse en un hito de la ciencia ficción contemporánea: una estética retro-futurista, una premisa intrigante y un presupuesto descomunal que prometía una producción visualmente deslumbrante. Pero el resultado final ha sido una película que parece más un espejismo costoso que una epopeya memorable. ¿Qué ha salido mal en esta historia de robots, desolación y nostalgia?

Origen: How to Make an Instantly Forgettable, Very Expensive Movie

La promesa de un mundo en ruinas

Desde que vi el tráiler de The Electric State, supe que la película intentaba algo ambicioso. La combinación de un mundo distópico, una road movie con aires ochenteros y la presencia de robots con un diseño tan adorable como inquietante eran elementos que hacían presagiar una historia cargada de emoción y profundidad.

El relato nos presenta a Michelle (Millie Bobby Brown), una joven que viaja a través de una América post-apocalíptica acompañada de su fiel robot Cosmo y un contrabandista interpretado por Chris Pratt. Su objetivo: encontrar a su hermano desaparecido. La premisa, basada en la novela gráfica de Simon Stålenhag, prometía una narrativa íntima enmarcada en una decadencia visual que mezclaba el pasado con el futuro. Pero pronto nos damos cuenta de que esta no es la gran odisea emocional que nos habían prometido.

Un espectáculo visual sin alma

No se puede negar que The Electric State es un espectáculo visual. El diseño de producción es impresionante y el mundo que presenta es un despliegue de decadencia tecnológica que parece sacado de una pesadilla vintage. Pero esta estética retro-futurista, en lugar de servir como un complemento a la historia, termina siendo su única carta fuerte.

Es como si la película estuviera más preocupada por verse bien que por contar algo con sustancia. La narración se siente fragmentada y los personajes, a pesar de ser interpretados por un elenco de primera categoría, carecen de la profundidad necesaria para que nos importen realmente.

“No basta con crear un mundo fascinante, hay que llenarlo de historias que importen.”

La fotografía y los efectos visuales están al servicio de un guion que nunca despega. Se supone que deberíamos sentirnos conmovidos por la relación entre Michelle y Cosmo, pero la película nunca nos da el tiempo ni el desarrollo suficiente para que esa conexión se sienta real.

Robots, nostalgia y el peso del vacío

El uso de robots en la historia es uno de los aspectos más interesantes de The Electric State, al menos en teoría. En la narrativa de la película, estos autómatas no son solo máquinas, sino testigos mudos de un mundo que se ha desmoronado. Sin embargo, la película nunca explora en profundidad lo que estos seres significan en el contexto de su mundo.

Cosmo, el acompañante de Michelle, es un diseño adorable que recuerda a los clásicos androides de la ciencia ficción ochentera, pero su rol en la historia es meramente funcional. No hay un desarrollo real de su relación con la protagonista ni una exploración del dilema humano-máquina que tantas otras películas han abordado con éxito.

Pensemos en Blade Runner y la complejidad de los replicantes, o en la melancolía de El Gigante de Hierro. Ambas historias usaron la relación entre humanos y máquinas para explorar temas profundos sobre la identidad, la memoria y el propósito. The Electric State apenas araña la superficie de estas ideas, optando en su lugar por una trama que se siente más como un videojuego de misiones que como una narrativa rica y reflexiva.

El problema de los 320 millones de dólares

Uno de los mayores debates alrededor de The Electric State es su presupuesto colosal. Con 320 millones de dólares, es una de las películas más caras en la historia del cine y la más costosa jamás producida por Netflix. Sin embargo, esto no se traduce en una experiencia cinematográfica inolvidable.

El cine de ciencia ficción nos ha demostrado muchas veces que no se necesita un presupuesto astronómico para contar una historia impactante. Ex Machina y Moon lograron transmitir ideas profundas con fracciones del presupuesto de The Electric State. Pero aquí, la sensación es que gran parte del dinero se ha destinado a efectos visuales y a la contratación de un elenco estelar, dejando el guion como una simple excusa para el espectáculo.

“Un presupuesto millonario no compra una historia memorable.”

Además, la taquilla y la crítica han sido despiadadas con la película. Con un 14% en Rotten Tomatoes, la recepción ha sido brutalmente negativa, señalando su falta de originalidad y su dependencia de los clichés del género.

La estética retro-futurista ¿una moda vacía?

El retro-futurismo ha sido una de las tendencias más interesantes en la ciencia ficción contemporánea. La idea de mezclar elementos del pasado con visiones del futuro crea una sensación de nostalgia inquietante, como si estuviéramos viendo un futuro que nunca fue.

Películas como Blade Runner 2049, Mad Max: Fury Road y Brazil han demostrado cómo esta estética puede usarse para contar historias poderosas. Pero en The Electric State, el retro-futurismo se convierte en una simple fachada sin contenido. El resultado es una película que parece obsesionada con su apariencia pero que no tiene nada nuevo que decir sobre el futuro o el pasado.

“El retro-futurismo no debería ser solo una cuestión de estilo, sino de sustancia.”

¿Qué nos deja The Electric State?

Cuando una película con esta cantidad de recursos y talento fracasa de manera tan evidente, surgen muchas preguntas sobre el futuro del cine de ciencia ficción de alto presupuesto. ¿Estamos en una era en la que las grandes producciones confían demasiado en el espectáculo visual y descuidan la narración? ¿Los estudios están apostando a lo seguro con fórmulas previsibles en lugar de arriesgarse con ideas frescas?

En el caso de The Electric State, lo que prometía ser una épica distópica termina sintiéndose como una oportunidad desperdiciada. Netflix ha apostado fuerte por esta producción, pero quizás lo más interesante de la película sea el debate que genera sobre el rumbo que está tomando el cine de género.

Al final, la gran pregunta es: ¿qué preferimos, una película con una estética impecable pero sin alma, o una historia poderosa con menos efectos pero con verdadera emoción? Quizás sea momento de volver a mirar aquellas joyas de la ciencia ficción que, con menos recursos, lograron marcar generaciones enteras.

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