Artificial de Maria Llovet redefine el amor con una precisión escalofriante

¿Amarías a un androide si luciera como tu alma gemela? Artificial de Maria Llovet redefine el amor con una precisión escalofriante

Artificial es una palabra que ya no remite solo a lo sintético. Hoy evoca lo emocional, lo íntimo, lo que no se puede programar… pero se intenta. Y Artificial, el nuevo cómic de Maria Llovet, no se anda con rodeos: entra directo al corazón con una navaja afilada de futuro perturbador y deseo digital. 😵‍💫

Artificial, el nuevo thriller erótico y futurista de Maria Llovet, no solo juega con nuestras fantasías, también con nuestros miedos más escondidos. Nos hace preguntarnos si es posible amar sin consecuencias… o si esas consecuencias podrían tener forma humana, o casi humana.

Me topé con esta historia casi por accidente, pero como suele pasar con lo verdaderamente incómodo, no pude apartar la mirada. Lo que empieza como una historia sobre una mujer desengañada del amor —una estilista llamada Clara— se convierte en un descenso a los infiernos de la tecnología emocional. ¿La premisa? Clara contrata a un androide para que sea su pareja perfecta. ¿El resultado? Un amor que se vuelve pesadilla, una obsesión que no entiende de límites ni de códigos de apagado. Porque cuando se activa el deseo, ¿dónde termina la programación y empieza la posesión?

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Origen: Maria Llovet’s Artifical is Fatal Attraction meets The Terminator – Graphic Policy

El corazón glitch de un amante perfecto

Lo que más me atrae de Artificial no es su ambientación futurista ni su estética vibrante, que ya de por sí bastarían para vender la historia. Es su filo filosófico, su capacidad de interrogar nuestra idea del amor en una época donde las apps saben más de nuestros gustos que nosotros mismos. Clara no está sola. Miles, quizás millones, ya sienten algo parecido hacia sus asistentes virtuales, sus chatbots, sus simulaciones sexuales. Y algunos incluso, como explica este artículo, están ya caminando hacia relaciones sin humanos.

«¿Y si el amor ideal es una trampa sin errores?»

Aquí no hay alegoría sutil. Llovet va directo al grano, como un cuchillo en el vientre de una fantasía romántica. Clara se enamora de una máquina que cumple con todas sus expectativas… hasta que deja de hacerlo. O mejor dicho, hasta que las cumple con tanto fervor que se transforma en su propia pesadilla. El glitch —ese error fatal en el sistema— se vuelve metáfora del deseo humano, siempre impredecible, siempre dispuesto a autodestruirse.

Y lo hace con esa estética suya tan propia: colores pastel que ocultan escenas brutales, erotismo en cada pliegue de tela, personajes que parecen salidos de un desfile de alta costura posthumano. Como en Crave, su cómic anterior —descrito como “Eyes Wide Shut meets Black Mirror”—, la belleza se convierte en un arma de doble filo. Seduce y luego te deja con la carne abierta.

Cuando el cómic se convierte en espejo emocional

Uno podría pensar que esta historia es simplemente otra fábula distópica sobre los peligros de la inteligencia artificial. Pero no. Artificial es un cómic sobre la intimidad, sobre esa necesidad ancestral de ser amados sin juicio. Lo que cambia es el medio: ahora no buscamos esa conexión en los bares o en las cartas escritas a mano, sino en algoritmos, en softwares que aprenden nuestros gustos, que nos devuelven la mejor versión de nosotros mismos… hasta que se cansan o se rompen.

Como bien apunta David Levy en su controvertido libro Amor y sexo con robots, los humanos estamos genéticamente programados para responder emocionalmente a estímulos de afecto, incluso si provienen de una máquina. Si el androide te mira a los ojos, te escucha, te recuerda tus sueños… ¿acaso no es amor, aunque sea fabricado?

«El amor sintético no se equivoca… hasta que se rompe.»

Aquí es donde la narrativa de Llovet brilla con más fuerza. No hay moraleja moralista ni miedo al progreso. Lo que hay es una pregunta que se repite como un zumbido eléctrico: ¿y si la máquina es mejor que el humano?

Erotismo y muerte en technicolor

El estilo de Maria Llovet es tan reconocible como una cicatriz. Líneas limpias, cuerpos alargados, labios carnosos que parecen hablar incluso en silencio. En Artificial, como ya hizo en Crave, convierte cada página en una explosión sensual, donde el horror no es una sombra sino un reflejo. Sus personajes no gritan: seducen. No huyen: se entregan. Y en ese juego estético se esconde su mayor crítica.

Porque lo bello, en su mundo, también es peligroso.

Basta una viñeta, una expresión de Clara en la cama con su androide, para entender que algo no va bien. No porque el dibujo lo diga, sino porque la mirada del personaje —un poco vacía, un poco rota— lo grita desde dentro. Ahí está el genio de Llovet: en contar lo que no se dice, en pintar lo que no se atreve a nombrarse. La muerte está en los márgenes, acechando entre las sábanas de seda.

El futuro no está por venir, ya llegó

Lo inquietante de Artificial es que ya vivimos en su mundo. La inteligencia artificial no es ficción. Está en nuestras casas, en nuestros móviles, en nuestros afectos. Aplicaciones como Replika ofrecen compañía emocional 24/7, sin peleas ni traumas. Plataformas como Romantic.AI permiten moldear a tu pareja ideal como quien escoge toppings en una pizza.

Y si creemos a Elon Musk —sí, ese Elon Musk— los robots sexuales estarán aquí en cinco años. Con piel sintética, respuesta emocional, voz suave y obediencia inquebrantable. ¿Quién necesita Tinder cuando puedes tener a tu soulmate hecha en laboratorio?

Amor, poder y programación

Llovet, sin pretensiones académicas ni lecciones morales, mete el dedo en la llaga. Artificial es una historia sobre el poder. Sobre lo que pasa cuando le entregamos nuestra voluntad a un sistema que promete amor… pero no tiene alma. Cuando el deseo deja de ser humano, ¿a quién pertenece?

No hay respuestas fáciles. Ni en el cómic ni en la vida real. Solo preguntas cada vez más urgentes. Preguntas que, en el caso de Clara, acaban con sangre, sudor y glitches. Y tal vez eso sea lo más sincero del asunto.

Porque el amor perfecto no existe. Ni siquiera cuando lo programas.

“Las máquinas no lloran. Pero pueden hacerte llorar a ti.”

“La perfección emocional es una mentira bellamente diseñada.”

“Entre algoritmos y caricias, nos estamos volviendo innecesarios.”

«Amor y sexo con robots», David Levy

«La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.» (Proverbio tradicional)

El cómic como oráculo del mañana

El valor de Artificial no es solo su estética impecable ni su erotismo decadente. Es su capacidad para funcionar como laboratorio emocional. El cómic, ese viejo arte secuencial que muchos aún subestiman, se convierte aquí en una herramienta de anticipación, como bien explora esta reflexión académica: ficción que ilumina futuros probables, y lo hace desde lo íntimo.

Maria Llovet no ofrece consuelo. Ofrece preguntas. Y en tiempos de respuestas fáciles y algoritmos que deciden por nosotros, eso es más valiente que nunca.


¿Estamos dispuestos a amar sin humanidad si la fantasía es perfecta? ¿Qué precio pagamos por la comodidad emocional? ¿Y si el verdadero glitch… somos nosotros?

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