Galileo Galilei: 40 años y una apuesta de futuro

Galileo Galilei: 40 años y una apuesta de futuro

La sala madrileña abre nueva etapa con música, humor y memoria compartida

Estamos en septiembre de 2025, en Madrid, y la sala Galileo Galilei se planta con la misma actitud que siempre: las puertas abiertas, el escenario encendido y esa mezcla de olor a madera, focos y nervios de camerino que lo impregna todo. Son cuarenta años de historia que no pesan, sino que impulsan. Y ahora, la apuesta no es por sobrevivir, sino por otros cuarenta años más de música, arte y vida nocturna.

Lo curioso de esta reapertura, celebrada en rueda de prensa el pasado 9 de septiembre, es que se siente como una paradoja. Sí, se renueva el espacio, se mejora la sala, se cambia la imagen, pero al mismo tiempo se insiste en que la esencia sigue intacta. Julián Galindo, uno de los nuevos socios, lo resumía con una frase que parece casi un manifiesto: “Mantenemos la esencia de la sala pero apostando por la gente joven”. Y ahí está el truco: no se trata de nostalgia, sino de memoria viva.

“Lo que se busca no es solo programar conciertos, sino generar una comunidad para los próximos años”. La frase se repite como un eco durante todo el encuentro. Comunidad. Esa palabra que en Galileo suena a mesa compartida, a cervezas después del concierto, a músicos que se cruzan con cómicos, magos o poetas.


La memoria de un escenario que nunca olvida

En la foto oficial posan artistas que saben bien lo que significa subirse a este escenario: Conchita, Gonzalo Hermida, Funambulista, María José Llergo, Muerdo, Javi y Pablo, miembros de Los Secretos y hasta dos pingüinos que vienen de otro ascensor. Todos ellos programados en las próximas fechas, todos con historias que contar.

Ramón, de Los Secretos, lo dejó claro: “En Galileo hicimos nuestro último concierto con Enrique antes de morir”. Y esa frase resume mejor que cualquier nota de prensa la importancia de la sala. Aquí se canta, sí, pero también se guarda la memoria de lo irrepetible. “La música de proximidad”, la llamó él, y reclamó que espacios como este deberían tener protección cultural, como quien pide blindar una iglesia románica o un cuadro de Velázquez.

Conchita, en cambio, trajo un detalle más sensorial: el olor. “Un buen olor es fundamental”, dijo, confesando que ha tenido malas experiencias en salas donde el ambiente arruinaba el mejor de los sonidos. Galileo, al parecer, huele a música limpia.

María José Llergo recordó que dio aquí su tercer concierto. “Me temblaban hasta las pestañas”, confesó, y todavía sonríe al pensarlo. Para ella, el Galileo no es solo un escenario, es la prueba de que un artista que empieza también puede encontrar un lugar digno. “Ojalá yo sobreviva otros 40 años más”, soltó, entre risas y cierta melancolía.

Gonzalo Hermida lo definió de otra forma: “Esta sala impulsa el sueño de muchos artistas”. Y ahí está: el Galileo como fábrica de sueños, como trampolín que no siempre garantiza fama, pero sí da un primer salto.


Humor, magia y hasta cabaret en la nueva etapa

La programación que se anuncia para esta temporada parece un guiño a la pluralidad. Sí, habrá conciertos de Funambulista, de Muerdo, de Un Pingüino en mi Ascensor, de Conchita y de tantos otros, pero también pasarán por aquí cómicos como Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes o Salva Reina, y magos del calibre de Jorge Luengo y Jorge Blas.

Y no se queda ahí. Habrá jams sessions, teatro, circo, cabaret, debates, eventos corporativos y hasta programación infantil. Pedro Sarabia, el programador de la sala, lo resumió con una imagen preciosa: “Que los niños que vengan a las sesiones matinales digan cuando vuelvan de mayores: yo estuve aquí”.

Johnny Zuri lo diría así:

“La cultura no necesita permiso: necesita espacio y gente que se atreva a vivirla”.

40 años, 40 recuerdos, 40 conciertos

El aniversario se celebra con un lema que lo dice todo: 40 años, 40 recuerdos, 40 conciertos. Y para redondear, habrá un documental sobre la historia de Galileo, con imágenes de archivo, testimonios y, seguramente, esas anécdotas que solo se cuentan en camerinos y pasillos.

Cada artista convocado compartió un recuerdo, una confesión o un deseo. Muerdo habló de lo que le gustaría ver: un concierto de apoyo colectivo, en defensa de causas que merecen movilizar a la gente. Pablo y Javi reivindicaron lo humano por encima de todo: “La música y lo humano van de la mano”. Y Diego, Funambulista, fue directo: “El éxito para mí es tocar en salas y poder llenar la nevera”.

Frases sencillas, pero contundentes. Nada de glamour impostado: aquí se habla de llenar la nevera, de olores, de pestañas temblando, de sueños cumplidos. Esa es la medida real del éxito en un lugar como Galileo.


El futuro: más internacional y con la misma cerveza

Hay también un compañero de viaje que no falla: Estrella Galicia, presente en esta nueva etapa, como ya lo estaba en 2016, cuando empezaron a programar juntos conciertos de grupos internacionales. Es un detalle que puede parecer menor, pero no lo es. La cerveza y la música siempre han tenido un matrimonio feliz, y en Galileo esa alianza se convierte en tradición.

El salto internacional es la otra promesa. No se trata de olvidar lo local ni lo emergente, sino de abrir la sala a propuestas de fuera, de mezclar acentos y estilos. Como siempre ha hecho Madrid, ciudad de paso y de encuentros.


Entre el ruido digital y el silencio de Galileo

En la presentación hubo un mensaje que se clavó como un dardo: “Venir a Galileo es rendir homenaje a los lugares que están retirados de la Inteligencia Artificial y del ruido de una sociedad que cada vez tiene menos tiempo para dejar el teléfono y sentarse a escuchar”.

Y ahí está la clave. En un tiempo donde todo se mide en pantallas, clics y algoritmos, una sala como Galileo Galilei se vuelve casi un acto de rebeldía. No es solo música en directo: es la experiencia de estar en un sitio físico, con gente real, con silencios incómodos, con aplausos que hacen retumbar las paredes.

Johnny Zuri lo dejaría escrito así:

“En Galileo no necesitas wifi, porque lo que vibra aquí es más rápido que cualquier conexión”.

¿Qué será de Galileo dentro de otros 40 años?

La pregunta queda flotando al final de la jornada. Si en 2025 celebramos cuatro décadas de música, ¿qué contaremos en 2065? ¿Seguirán los hijos y nietos de estos artistas subiéndose al mismo escenario? ¿Tendrá el mismo olor, las mismas paredes, la misma memoria acumulada?

El futuro no lo sabe nadie. Lo único cierto es que hoy, en Madrid, la sala Galileo Galilei levanta de nuevo la persiana con la misma convicción de siempre: que la música, la risa y el arte son más fuertes que cualquier moda pasajera.

“Lo que pasa en Galileo no se olvida nunca”.

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