Festival de Cortometrajes La Raíz quiere marcar época

¿Puede Madrid reinventar el cine breve desde sus raíces?

Una gala en la Sala Galileo Galilei promete encender la chispa del talento oculto

Por qué el Festival de Cortometrajes La Raíz quiere marcar época

Un escenario mítico madrileño, una estatuilla nueva y un premio que cambia carreras

Madrid, septiembre de 2025. La noche se prepara para teñirse de cine, música y un poco de nerviosismo colectivo: a las 21:00 horas del 23 de septiembre, la Sala Galileo Galilei se transforma en templo del cortometraje. El Festival de Cortometrajes La Raíz irrumpe con su primera edición, con la ambición descarada de no ser “un festival más”, sino un punto de apoyo real para quienes viven del arte de contar historias en pocos minutos.

Un nacimiento con olor a estreno

No todos los días nace un festival que se atreve a poner dinero encima de la mesa. Aquí, el juego es claro: se premia el talento, pero también se financia el futuro. El Premio La Raíz no solo es una estatuilla para presumir en la estantería, sino un billete de ida hacia el próximo proyecto. Quien lo gane recibirá la producción completa de su siguiente cortometraje, con un presupuesto mínimo de 15.000 euros.

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“El verdadero premio es poder rodar mañana lo que soñaste anoche”.

En un mundo donde demasiados concursos ofrecen solo aplausos, esta propuesta parece una bofetada de realidad: aquí el talento se riega con recursos, y la metáfora agrícola de la raíz se convierte en cosecha palpable.

Galileo Galilei, un escenario con memoria

La elección del lugar no es casual. La Sala Galileo Galilei, con su historia de conciertos, encuentros y noches interminables, es un espacio que se ha ganado la etiqueta de “mítico” en la cultura madrileña. Allí han sonado guitarras, se han escuchado monólogos y se han compartido versos. Ahora, el cine se sienta en primera fila.

La alianza con el Estudio de Actores aporta otra capa: alumnos y alumnas subirán al escenario para dar pequeñas piezas teatrales, como si dijeran en voz alta: “Nosotros también estamos aquí, listos para entrar en el juego”.

Una gala con premios y promesas

En esta primera edición, el festival entregará galardones a Mejor Actor, Mejor Actriz, Mejor Director y Mejor Cortometraje. Suena a clásico, sí, pero lo interesante está en la estatuilla central: el Premio La Raíz. No es un adorno: es una declaración de intenciones.

Hace años, recuerdo haber escuchado a un viejo director decir que “un corto es como una carta de amor sin sobre”. Esa fragilidad se repite en cada festival, pero aquí el riesgo se convierte en oportunidad real. No se trata de entregar diplomas, sino de abrir un camino.

La música como arranque

El encargado de abrir la noche será Muerdo, con su propuesta musical que mezcla raíces y modernidad. Un detalle que no parece casual: empezar por la música es casi un recordatorio de que el cine nació mudo, pero nunca callado.

Entre raíces y futuro

El festival habla de raíces, sí, pero mira al futuro. Apoyar a quien apenas empieza es casi un acto de fe; respaldar a quien ya tiene un recorrido es un gesto de justicia. El reto está en mezclar ambas fuerzas y hacer que la sala no sea solo un lugar de aplausos, sino de acuerdos, de nuevas amistades creativas y, por qué no, de rivalidades sanas.

Johnny Zuri

“Un festival no vive de discursos, sino de la capacidad de generar la próxima película. Y este parece haberlo entendido.”

El guiño del símbolo

El nombre “La Raíz” no es una pose poética. Las raíces son invisibles, pero sostienen lo que vemos. Lo mismo pasa con los cortos: son el subsuelo de una industria que se empeña en medirlo todo en taquillas millonarias. Sin cortos no habría largos, como sin raíces no habría árboles.

Y si la metáfora suena demasiado grandilocuente, pensemos en algo más simple: ¿qué director no empezó rodando un corto con amigos, sin presupuesto y con más ilusión que técnica?

“El que no arriesga en corto, nunca sabrá sostener un largo.”

Una noche de fiesta y crítica

Lo cierto es que el 23 de septiembre no se celebran solo premios. Se celebra una idea: que el cortometraje no es un pariente pobre del cine, sino un género con su propia dignidad. La música, el teatro y el cine se darán la mano, y aunque la frase suene de folleto institucional, lo real es que muchos espectadores saldrán con la sensación de haber asistido a algo fresco, necesario y, sobre todo, posible.

Preguntas que quedan en el aire

¿Se consolidará este festival o quedará como un buen intento en un calendario saturado? ¿Conseguirá Madrid convertirse en capital del cortometraje más allá de los tópicos? ¿O todo se reducirá a una gala bonita en Galileo que dentro de unos años recordaremos con nostalgia?

Lo cierto es que, de momento, el Festival de Cortometrajes La Raíz ya tiene lo esencial: una idea clara, un escenario legendario y la valentía de apostar dinero real en un mundo donde casi todo es discurso. El resto lo dirá el tiempo… y las películas que se rueden a partir de aquí.

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